Mihaela Radulescu
La libertad de la imaginación y su inmersión en la cultura, en busca de referentes y signos para expresar en el arte la visión del ser humano sobre la existencia, más allá de los parámetros circunstanciales, se realiza actualmente en las condiciones de la globalización del imaginario y de una sociedad del espectáculo.
Las imágenes funcionan como mediación social: proporcionan información, sustentan la comunicación, generan conocimiento y, al mismo tiempo, son una mediación simbólica entre el ser humano, como individuo y comunidad, y su contexto cultural, a través de la representación y significación de los signos de la memoria, lo que repercute en su identidad, visión del mundo y contextualización.
Para comprender su mediación se debe estudiar las relaciones de las imágenes con sus referentes y los contextos de donde estos referentes se extraen, para evaluar la construcción de sentido y determinar qué quiere expresar la imagen en un contexto determinado y cómo se vincula con la cultura, con el entorno, con los demás. Se trata también de estudiar cómo se compone la imagen, desde la selección de los elementos que se instalan en la imagen hasta la composición espacial de los mismos, para determinar los efectos de sentido. El hecho de que estos efectos son parte de un conjunto de manifestaciones que podrían denominarse “ la sociedad del espectáculo” – Guy Debord ( 1967) : “ La sociedad del espectáculo” – requiere considerar el rol importante de las imágenes que representan la vida social en el desarrollo de la misma.
En la misma línea de pensamiento, Jean Baudrillard advierte sobre la construcción progresiva de un mundo de ilusiones y construcciones que es más «real» que lo Real. Se refiere a los simulacros, que remplazan paulatinamente las realidades, haciendo difícil la distinción. La realidad misma comienza a subordinarse a los simulacros.
Si el ser humano vive hoy en función de las construcciones de imágenes sobre el mismo, los demás y el mundo, las imágenes mismas comienzan a ejercer el derecho de crear mundos con cada vez mayor libertad y atrevimiento.
Observaremos este fenómeno en el reciclaje artístico de una presencia tradicional en la religión católica: el altar. La palabra “ altar “ viene del latín altare, de altus «elevación» y es una estructura consagrada al culto religioso, sobre la cual se hacen ofrendas o sacrificios. Se usan desde la Antigüedad, dedicada a los dioses. Los altares son incluidos en los ritos cristianos y se colocan en los tiempos cristianos desde el siglo IV. En el siglo XII se le define al altar el lugar – inamovible – en el ábside del templo. De la misma manera se define los objetos rituales de culto que lleva encima. Los retablos son parte de su decoración. En la actualidad, el altar cruzó las puertas del templo, para ingresar en las casas, como resistencia al caos experimentado a diario y, al mismo tiempo, como un efecto de la sociedad del espectáculo de las imágenes y del coleccionismo, como recurso del “tener” para enfrentar las angustias del “ ser”.
En su libro “ El reino artificial. Sobre la experiencia kitsch” ( 2007), Celeste Olalquiaga habla de los mecanismos que operan para tratar de enfrentar la ansiedad cultural en la sociedad de la información y comunicación. La instalación casera kitsch del altar protector sería uno de ellos. Usa los referentes del altar religioso tradicional pero los mezcla con otros referentes, que remiten al fetichismo y a la construcción e significaciones a partir de la apropiación y del reciclaje.
¿ Se trata de un arte no objetual ? Sí, en la medida que se trata de una instalación, hecha de objetos varios.
Dana Salvo, fotógrafo de Boston, ha realizado una serie de fotografías que muestran altares caseros mexicanos:
¿Qué elementos integran, que referencias se crean y como participan en la significación del conjunto?
Siguiendo los mismos principios fundacionales, Amalia Mesa-Bains crea altares para mujeres que destacaron, calculando esta vez la selección y combinación de elementos en torno al eje del homenaje a la condición de mujer, como en esta instalación dedicada a Dolores del Río:
An Ofrenda for Dolores del Rio, 1984. Amalia Mesa-Bains. Mixed media installation including plywood, mirrors, fabric, framed items and decorative elements. 96 x 72 x 48 in. (243.8 x 182.9 x 121.9 cm) .Smithsonian American Art Museum.
La artista usa en su creación artística la apropiación y el reciclaje:
Amalia Mesa-Bains – Guadalupe (1997)
Hace también variaciones en torno al significante marco del altar, como en esta instalación que recrea la generación de sentido de un altar en un armario de ropa.
Otra manera de procesar el macrosigno del altar es la de AUDREY FLACK, quien crea altares de los referentes significativos de una persona, de un momento, de un ser / pensar,enfocando la atención en la memoria, como lugar de selección y combinación de elementos:
JERALDINE OSCO TRUJILLO dijo:
Las instalaciones de altares en la sociedad son básicamente espacios organizados y destinados a rendir culto a imágenes religiosas o difuntos, realizar oraciones en un contexto privado y establecer dinámicas de mediación con lo sagrado.
El interés por los altares religiosos surge en primera medida por la fascinación inmediata que despierta la excentricidad y desbordamiento de sus elementos formales, los cuales, de manera inevitable, se cargan de múltiples simbolismos y significados dependiendo del contexto en que se ubiquen, la organización particular de los símbolos y signos con que éstos se configuran, y por supuesto, sus diferentes apropiaciones y usos.
Hay una gran difusión de arte y cultura a través del uso y consumo de imágenes que se presentan con brillo y vistosidad afirmando la experiencia estética / religiosa. Las vírgenes y santos plásticos, así como luces, flores y objetos cargados de artificialidad, comenzaron a llenar los escaparates de las casas, evidenciando una estética de lo popular desde una práctica esencialmente religiosa. Además, de colocar fotografías de difuntos u objetos personales con cruces; permitiendo mantener viva la memoria de quienes nos quisieron y han partido.
Tenemos el ejemplo del artista mexicano Vladimir Maislin Topete, quien realizó el proyecto “Altar de altares” (2019) para el Día de los Muertos. “La propuesta es mostrar la diversidad de manifestaciones que hay en torno al Día de Muertos en la República Mexicana […]. Hay cuatro puntos cardinales y vamos a disfrutar de cuatro altares muy bellos de distintas regiones del país […], explicó el artista.
anggigalvez dijo:
“¿Se trata de un arte no objetual?” Basándome de esa pregunta en el texto, cuya respuesta es afirmativa, considero que habría que empezar por diferenciar los altares tradicionales que cada sociedad y religión posee que normalmente solemos instalar y tener en casa o en algún otro espacio y que por lo general no suelen tener un carácter artístico pero tal vez sí estético, a excepción de lo altares del día de muertos que se realizan en México, y por otro lado tenemos los altares que tomando elementos, ya sea desde su materialidad o desde su iconografía, de aquellos tradicionales comienzan a adquirir un sentido mucho más artístico y más estético, y que en este caso forman parte del mundo del arte, aunque ambas siguen siendo manifestaciones culturales. En ese sentido, me surge la pregunta de ¿cómo diferenciar más notablemente ambas manifestaciones? pues si bien ambas oscilan entre la objetualidad y no objetualidad también están en el límite de su propiedad como producto artístico y como producto etnográfico-cultural, por no decir científico.
Herbert Bernilla dijo:
Dentro del estudio del arte no-objetual, mi principal interés radica en su interacción comunicacional con el contexto sociocultural en el que se desarrolla. En ese sentido, quisiera ensayar una aproximación a las instalaciones de altares chicanos como espectáculos de identidad, resistencia y legitimación cultural y su situación intermedia como objeto artístico/estético o artefacto simbólico-afectivo.
Desde 1910 se produjo una intensa migración mexicana hacia el sur de los Estados Unidos. Llevaron consigo una identidad religiosa y cultural definida, basada en el catolicismo y el patriotismo mexicano, producto del cruce sincrético de la tradición religiosa novohispana y el culto a los héroes de la nación. Así, muchos hogares de migrantes mexicanos eran decorado con banderas y conservaban dentro pequeños altares de figuras religiosas, emblemas patrios y los retratos de sus seres fallecidos.
El imaginario heredado por la comunidad chicana podría definirse como una cultura visual posmoderna, cuyos fuertes lazos de integración e identidad con México han creado en sus objetos nuevas significaciones en contextos sociales adversos. Este imaginario chicano se conforma principalmente de elementos pertenecientes a la tradición indígena, colonial y la cultura popular y de masas mexicana. Además de fungir como objetos de memoria y de afecto, los elementos que componen un altar también poseen un valor histórico.
Valores afectivos, culturales, históricos y artísticos: los objetos que conforman el altar actúan como mediadores entre una cultura globalizada y una tradición local. Su disposición remite a las fórmulas visuales del Barroco novohispano, donde destaca la sobrecarga visual que potencia los valores que adopta cada objeto individualmente. Estos se componen de una mezcla heterogénea de elementos modernos de la cultura visual mexicana: cuadros y figuras de la lucha libre, personajes mexicanos mundialmente reconocibles como Frida Kahlo, la invención icónica de la Catrina -imagen representativa del Dia de los Muertos-, alimentos y bebidas tradicionales; objetos-imágenes de la tradición novohispana e indígena: flores, piedras con forma de corazón (el corazón arrancado a las víctimas en los sacrificios); espejos, la imagen sagrada de Cristo, la Virgen de Guadalupe o de otras vírgenes mexicanas; y, finalmente, los recuerdos de los antepasados ya sea en fotos y retratos, indumentarias y pertenencias asociadas a ellos.
En las últimas décadas, los altares has trascendido el espacio doméstico, adaptándose a los espacios públicos (esquinas y locales comerciales chicanos) y artísticos (especialmente desde los años 70, con el surgimiento del movimiento artístico chicano). En este contexto, el altar chicano se erige como espectáculo de la memoria colectiva, un enlace afectivo con la tradición mexicana resignificada a partir del honor a la familia, a los antepasados y a los orígenes culturales. Los altares son también representaciones de la resistencia y legitimación cultural chicana en una sociedad tan globalizada y difusa como la estadounidense.
Es también arte no-objetual, en cuanto no es concebida como una obra estática, ni material ni simbólicamente. Su condición efímera y cambiante, dado que los altares suelen prepararse anualmente en ocasión del Día de los Muertos, y pueden albergar siempre nuevos elementos, potencian un valor comunicacional y emocional que trasciende el valor de los meros objetos; así, el altar instalado posee un significado estético-simbólico mayor que cualquiera de sus elementos aislados. Es también una respuesta a la rápida gentrificación de la cultura chicana de las últimas décadas; en ellas, los artistas y la sociedad chicana crean nuevas formas de manifestación de una alteridad propia y fluida, respetuosa de la tradición originaria, en contrapunto al cosmopolitismo y al melting pot promovido por las élites conservadoras y nacionalistas estadounidenses.
Fuentes consultadas:
«Los comerciantes de Dallas que mantienen vivo el espíritu del Día de Muertos»
«Expresiones religiosas de chicanos en Los Ángeles: del cuerpo a las calles»
https://ruc.udc.es/dspace/handle/2183/22982
(Profesora, lo siento si aparece dos veces mi comentario, ayer 28 lo publiqué pero no aparece aquí hoy)
María de Jesús Chalco Araníbar dijo:
A partir del concepto de instalación, el cual se define como un tipo de arte no objetual que se compone de objetos, comúnmente reciclados o antes usados con carga conceptual o afectiva, los altares vendrían a considerarse manifestaciones dentro de esta categoría. Sin embargo, debido a la construcción de un espacio a partir de diversos elementos ya elaborados (fotografías, estatuillas, recuerdos de eventos, rosarios, etc.) y que, no necesariamente siguen una misma línea estética; se clasificaría como arte objetual. A mi parecer, considero que los altares, tanto los realizados para fines religiosos como personales o entre otros, son una clase de instalación más no objetual que objetual, en sí mismo. El que elabora un altar se “adueña”, por así decirlo, de un espacio (un rincón del hogar) el cual para este o para los que lo observan ya posee una connotación. Este espacio, inamovible en ocasiones, se construye en base a una finalidad que el comunicador quiere expresar utilizando como canal objetos ready-made, la cual puede ser el recordar o simplemente, crear un espacio que parte de la intimidad del ser, el cual construye una realidad en base a fracciones de su privacidad los cuales se perciben como verdaderas. Los altares son una oda a la intimidad, un sustento en ocasiones y un escape en muchas otras, son una experiencia afectiva a la espera de nuestra participación.
Angie Enciso Chávez dijo:
Las instalaciones – altares se crean dentro de un espacio en donde se rinde culto y se realizan ofrendas. Desde su concepción inicial, este ha tendido a ser para el culto de divinidades. Posteriormente podemos ir viendo cómo este concepto varía, un ejemplo claro es México y sus altares a sus muertos. Ellos crean un espacio en donde colocan las fotos de sus muertos que van acompañados de objetos que ellos utilizaron o de su agrado en vida. Esto es una forma de colección, acumulación y reciclaje de objetos, lo que le dan un sentido característico y peculiar a cada altar. También eso se ve en los altares de algunas familias limeñas, en donde se escoge un espacio específico de la casa donde se coloca una o varias fotos de santos. Es en ese lugar que está cargado de subjetividad y fervor espiritual, en donde las personas oran implorando por protección o un milagro. En algunas circunstancias se puede ver como este altar ya no solo alberga la imagen de un santo, sino que se coloca a su costado fotos de familiares ya fallecidos. Esto podría tratarse de una suerte de paridad entre ambas figuras que se encuentran en el plano ‘espiritual’ y ‘sagrado’.
En este post se plantea una pregunta y se afirma rotundamente que estos altares forman a ser parte del arte no objetual ya que están hechos de varios objetos. Considero que este tipo de altar estaría en el límite del arte objetual y no objetual. Debido a que este proceso de instalación – altar se apoya en la relación selectiva, lúdica, libre de la realidad que se trata de crear. Los objetos que se recolectan en forma de collage permite crear una composición en donde se tiene una carga de significantes del fragmento, todo esto planteado desde el lado objetual. Y desde el lado no objetual, es que parte de una idea (que este caso vendría a ser el culto a la memoria, a la persona, a un santo, a algo que se quiere tratar de dar continuidad y que siga perpetuando en el presente) y que los objetos son como el mero soporte en el cual se lleva a cabo esta.
Los altares tienen una gran implicancia hasta el dia de hoy en la vida de las personas. Las maneras de expresarlas y realizarlas van variando, pero la idea sigue siendo la misma. Crear un espacio muy íntimo en el cual rendirle culto a algo que nos mantiene aferrados a una esperanza, idea o memoria, apropiándose de objetos de nuestro entorno para su representación.
Carolina Guevara Lopéz dijo:
Primero las instalaciones pertenece al genero contemporáneo, en el cual usualmente se muestran de una forma para un contexto y espacio determinado, en el cual el publico interactúa con la obra.
Las instalaciones de altares en la sociedad del espectáculo, podemos visualizar los distintos altares que están acompañados de imágenes. en el cual estarán referentes de acuerdo al contexto, ademas los altares con imágenes tiene un significado en particular hacia el espectador.Pero recordemos que la palabra altar es antiquísima, el cual se le asocia a la religión, como en la época antigua, el altar era dedicada a los dioses, en la actualidad es igual para los «santos» en ocasiones se le ha hecho un altar a difuntos con sus respectivas imágenes, ya sea en la mayoría de casos, se les brindaba un culto.
Actualmente, los altares han entrado a nuestros hogares, ya sea en un conjunto habitacional o casas, en el cual hay interacción con el espectador, ya sean cultos y veneraciones y fiestas.
Adema, cada altar expresado guarda una connotación distinta e única, al igual que el percepción del espectador hacia el altar.
ADRIANA GUTIERREZ PEREIRA dijo:
La instalación de altares en una sociedad como la nuestra es algo relativamente común. Podemos verlos en una casa, en un colegio, en una sala, en una galería de arte y en su contexto de origen que sería una iglesia. Yo, por ejemplo, sin ir muy lejos, tengo una vecina que en la puerta de su casa ha puesto una serie de fotos entorno a su puerta principal y ha rodeado las imágenes con plantas. Usó imágenes religiosas con mensajes de aliento, creo yo para crear una atmósfera de positivismo en la quinta, respecto a las circunstancias que vivimos hoy en día por el COVID-19. La manifestación de esta señora se podría considerar una instalación kitsch del altar, puesto que ha realizado reciclaje artístico, además del acondicionamiento del espacio común y la intención que tiene de compartir un concepto.
La sociedad actual vive de acuerdo a construcciones de imágenes, tal vez hoy en mayor medida que antes, por ello se desarrollan más acciones espontáneas, más producción de arte no objetual orgánico en las personas que reflejan sus situaciones o las de los demás.
Margoth Llacma dijo:
En Latino América se intentó definir una identidad propia, enfatizando en la realidad urbana y política de cada país, incorporando recursos que venían de la cultura popular. Los altares, que cumplen una función ritualista de adoración o remembranza, son un ejemplo de arte no objetual que está arraigado a las costumbres latinoamericanos, que tomando objetos cotidianos a los cuales los cargan de un profundo sentimentalismo, devoción y religiosidad trascienden en su significado particular, formando un todo que a su vez transmite al espectador sensaciones a partir de la experiencia e impresión espiritual preconcebidos. Expositores como Nelson Leiner en Brasil realizaron altares a figuras públicas o de la cultura pop como Roberto Carlos, llevando el concepto de fanatismo a lo cuasi religioso, característica propia de la población latinoamericana. Las instalaciones ceremoniosas de los altares, que se forman a partir de un collage de objetos personales, fotografías, decorativos, artesanías, etc. logran crear una atmósfera acogedora y simbólica, donde la idolatría y la connotación kitsch se vuelve irrelevante ante el emotivo apego y manifestación de añoranza, adoración o dependencia a un ente no presente.
Margoth Llacma